El Dios poco rentable de Spinoza

17 abril 2020 a las 22:23 | Publicado en Opinión | Deja un comentario
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Llevo bastantes años como ateo, ya prácticamente pensando que nada ni nadie podría cambiar mi forma de pensar. Eso hasta hoy. La diferencia entre un ateo y una persona que profesa una religión es sólo el camino para llegar a un fin. El camino me lo hago yo y no acepto que nada ni nadie piense por mi. La fe es algo demasiado importante para dejarlo en otras manos, sobretodo si hay intereses creados.

Hoy en la mañana, mientras revisaba mis redes, apareció en Facebook un texto, que sin querer, terminé leyendo completo. Parece que estaba hecho para mi, porque reunía parte de mi camino ya recorrido. Hay «algo» que arranca a toda explicación lógica, algo más grande que la verdad y el orden perfecto, algo en estado puro, sin la manipulación de género, política o social.

Baruch Spinoza fue un filósofo del siglo XVII que se adelantó a su tiempo. Su obra se perdió en el olvido hasta que llamó la atención de filósofos alemanes del siglo XIX. Junto con ser considerado uno de los 3 grandes racionalistas de su siglo, sin quererlo, captó el interés de uno de los genios más importantes de nuestra historia: Albert Einstein, que como buen ateo, se sentía cómodo en decir que él creía en el Dios de Spinoza. Dios no nos dirige ni castiga, sino que simplemente forma parte de todo y se manifiesta a través de este todo.

Hoy en día, entre paréntesis, es fácil abanderarse por una religión y pagar el diezmo por transferencias por internet. Pero una cosa es pertenecer y la otra es actuar con coherencia con lo que se cree. En estos momentos nos encontramos viviendo una pandemia que no es una película de Hollywood, al contrario, ya es parte de nuestra realidad, aunque nos cueste asumirla. Me cuesta ver cómo las personas que dicen tener más fe, son las más asustadas. ¿No debería ser al revés?. La fe de cartón no sirve, porque es una fe sin ganas, sin cojones, sin valentía ni optimismo.

Volviendo al tema, Einstein en una oportunidad fue entrevistado por un rabino, Herbert S. Goldstein, sobre si creía en la existencia de Dios, este le contestó:

«Creo en el Dios de Spinoza, quien se revela así mismo en una armonía de lo existente, no en un Dios que se interesa por el destino y las acciones de los seres humanos».

En 1930, durante una entrevista publicada en el libro Glimpses of the Great de G. S. Viereck, el Premio Nobel se explayó aún más sobre este tema:

«Tu pregunta es la más difícil del mundo. No es algo que pueda responder con un simple sí o no. No soy ateo. No sé si puedo definirme como un panteísta. El problema en cuestión es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas.¿Puedo contestar con una parábola? La mente humana, no importa que tan entrenada esté, no puede abarcar el universo. Estamos en la posición del niño pequeño que entra a una inmensa biblioteca con cientos de libros de diferentes lenguas. El niño sabe que alguien debe de haber escrito esos libros. No sabe cómo o quién. No entiende los idiomas en los que esos libros fueron escritos. El niño percibe un plan definido en el arreglo de los libros, un orden misterioso, el cual no comprende, solo sospecha. Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso la más grande y culta, en torno a Dios. Vemos un universo maravillosamente arreglado que obedece ciertas leyes, pero apenas entendemos esas leyes».

«Nuestras mentes limitadas no pueden aprender la fuerza misteriosa que mueve a las constelaciones. Me fascina el panteísmo de Spinoza porque él es el primer filósofo que trata al alma y al cuerpo como si fueran uno mismo, no dos cosas separadas».

Tal como pensaba Einstein, la ciencia y la religión no chocan, sólo se complementan y explican, porque ambas son importantes. Pero vamos al grano, a continuación les dejo el texto que leí en la mañana, que para mi, insisto, es un antes y un después, es como una iglesia que está en todas partes, no rentable para negocio, por si algún emprendedor de la fe quisiera transformarse en su pastor.

ADVERTENCIA (el texto está copiado tal como aparecía escrito) «Este es el Dios o naturaleza de Spinoza: Dios hubiera dicho: ¡Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida. Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti. ¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, oscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa! Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti. ¡Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo! El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer. Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito… ¡No me encontrarás en ningún libro! Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo? Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te crítico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor. Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias… de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad? ¿Qué clase de dios puede hacer eso? Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que solo crean culpa en ti. Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía. Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas. Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro. Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno. No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir. Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di. Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó? ¿Te divertiste? ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?… Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita, cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar. Deja de alabarme, ¿qué clase de Dios ególatra crees que soy? Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?… ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme. Deja de complicarte las cosas y de repetir como perico lo que te han enseñado acerca de mí. Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones? No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy, latiendo en ti. Spinoza«.

Más que una iglesia, un negocio muy rentable.

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