¿Quién frena el virus imparable de la violencia?

2 julio 2022 a las 14:54 | Publicado en Opinión | Deja un comentario
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Nadie ha quedado indiferente ante la violencia de éstos días. Comunmente la relacionamos a la delincuencia, pero, a manera de ejemplo, se descubrió el intento de asesinato de una enfermera por parte de una colega y ayudada por su pareja, por rencillas laborales. Tal como lo leyó, rencillas laborales. No eran delincuentes comunes, pero eran personas que en su trabajo salvan vidas. De un momento a otro, decidieron cambiar una acogedora clínica, por una cárcel.
Todos sabemos que la justicia, aunque a veces ciega, tarde o temprano llega. Por ello, el pensar en este drástico cambio por tener sólo celos profesionales, seguidos de una impulsividad sin límites, nos hizo reflexionar a todos.


Nos preguntamos si es el estrés acumulado durante toda la pandemia el que se ha manifestado en cada acto de violencia, en el que no sólo se ha perdido la esperanza de un país tranquilo y en paz, también el poco y nada respeto a la vida que queda.
Hace una semana, se difundió un video de un ataque a una persona que es cruelmente apuñalada, no sólo en su cuerpo, también en su cabeza. Las heridas fueron tan graves que esa persona que caminaba cruzando una calle, como de seguro lo hacía todos los días, hoy descansa en paz en algún cementerio de nuestra capital. Para alcanzar la paz, tuvo que encontrarla en otro mundo.
Todos sabemos que crímenes como esos, hay muchos, pero con tanto ensañamiento, cuesta creerlo. Estamos perdiendo nuestra capacidad de asombro. Se están normalizando los asesinatos, ajusticiamientos, ajustes de cuenta, todo. Asesinar a una persona delante de testigos, de cámaras, ya da lo mismo. Simplemente, se hace.
Tal pareciera que la vida no vale nada y ni hablar de la empatía, de aquella que en lo más profundo de la conciencia tiene un atisbo de remordimiento.
El alcoholismo, la intolerancia, la drogadicción, la ignorancia y la falta de moderación y control no son suficientes para explicar la violencia de estos tiempos. Hay que ir más allá. Es el suicidio de nuestra libertad, tanto la del delincuente, como la mía. La pérdida de la tranquilidad y el constante temor a ser una víctima más de la delincuencia y la violencia desatada, sin duda, nos ha quitado la paz.
Parece que nos hemos dado por vencidos, porque la verdad, no vemos a las autoridades preocupadas y ocupadas. No se ha puesto ningún ladrillo para alguna nueva cárcel, ni tampoco se ha buscado endurecer las penas para quienes reducen los artículos robados.
Parece que fuera tan fácil reducir cualquier cosa, ya es común escuchar de innumerables asaltos a colegios, negocios, camiones repartidores, etc.
Ni hablar de los autos y las siempre noticiosas «encerronas».
Una familia que sale a disfrutar del cine en familia y vuelve a su hogar para justo ser asaltados, no es mala suerte. Prácticamente es la realidad, es pasar de ser un lector de las noticias policiales, a protagonizarlas.
No he leído el borrador de la nueva constitución, pero sí me pregunto si aborda o no el tema de los crímenes, sobretodo de los crímenes desproporcionados, en los que hay ensañamiento. Toma sentido el humor callejero, ese que dice que «daba gusto cuando antes te asaltaba un chileno».
¿Qué podemos hacer? A diario podemos ver que la mayoría de los crímenes a veces se resuelven en tiempo récord, lo que da paso a la relatividad de la justicia y de un «buen» abogado. Hay un sentir de que las leyes favorecen más a los victimarios, que a las víctimas.
El secuestro y crimen del colectivero de Villa Alemana, ya tiene a los culpables en la cárcel, pero extrañamente, no han dicho a dónde dejaron el cuerpo ni en qué condiciones. Su familia tendrá que tener toda la paciencia del mundo para darle cristiana sepultura a su ser querido, para que de una vez por todas, descanse en paz.

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